2019 fue un año muy bueno para la banca privada. Y allá por enero de 2020 nada hacía prever que la situación se fuera a torcer. Pero llegó el COVID-19 y cambió el panorama. Sobre el impacto de esta irrupción en el sector de la banca privada reflexiona Pablo Torralba, consejero delegado del grupo Edmond de Rothschild en España, en el marco de la XXV edición del Think Tank BNY Mellon.
Pone la situación de la industria en perspectiva. Y si bien es cierto que el año pasado fue brillante, también explica que desde hace varios ejercicios las cuentas del sector están sufriendo una creciente presión debido fundamentalmente a MiIFID II y a la intensa regulación: “Se crecía en activos bajo gestión pero la rentabilidad iba cayendo. El COVID creo que va a marcar una cierta pauta, todo va a depender de cuánto tiempo dure la pandemia, de si vamos a tener que volver a confinarnos, de lo que tarde en llegar la vacuna… Todo ello va a marcar la forma de la recuperación (L, W, V…). Se abre un periodo de incertidumbre respecto a cuánto tiempo vamos a estar en esta situación y en qué circunstancias, que es lo realmente problemático”.
Esto en general, respecto a la situación de la entidad destaca, además de la labor de los banqueros, “el valor añadido de la marca, que nos ha hecho tener un mes de marzo histórico en términos de negocio, y en abril prácticamente lo duplicamos”, cuenta Pablo Torralba, quien todavía muestra optimismo respecto a la evolución del negocio en España.
El consejero delegado del grupo Edmond de Rothschild en España también reflexiona sobre la actitud de los clientes en los momentos más duros de la crisis sanitaria. “Hemos observado que nuestros clientes han valorado positivamente el hecho de que les hayamos ofrecido soluciones personalizadas en cuanto a créditos y financiación en un entorno tan adverso como el que vivimos. Creo que la banca privada, en general, ha hecho una labor magnífica”.