Los márgenes del negocio de banca privada están bajo presión. Esto no es nuevo, llevan ya tiempo sufriendo por la intensa regulación, con especial impacto de MiFID II, y por la creciente necesidad de invertir en procedimientos y tecnología. ¿Derivará esta situación en un proceso de consolidación? La pregunta tampoco es nueva, es un tema recurrente en los debates sobre el sector. Pero ahora ha irrumpido en la industria un elemento inédito y repentino que ha cambiado el discurso habitual sobre los futuros movimientos corporativos, el COVID-19. Sobre ello debaten responsables de varias entidades de banca privada en la XXV edición del Think Tank BNY Mellon.
Gonzalo Nebreda, director de Renta 4 Banca Privada, pronostica fusiones en el ámbito de las EAF, ya que considera que, “como consecuencia de las grandes inversiones realizadas en tecnología debido a la adaptación a MiFID, es posible que muchas de ellas no lleguen a ser rentables con los volúmenes que manejan”. También cree que podrían producirse movimientos de concentración en la banca debido a los bajos tipos de interés y a la presión regulatoria del Banco Central Europeo (BCE).
Esa consolidación a nivel de banco no solo podría producirse por la presión del BCE. Las cuentas de resultados de las entidades financieras es muy probable que sufran un revés bien porque con el deterioro económico la mora se eleve o simplemente porque la actividad se reduzca. Este contexto podría tener importantes consecuencias en el negocio de la banca privada.
Íñigo Calderón, director de la Región Central de Indosuez Wealth Management, remite a experiencias anteriores para explicar que para mejorar las cuentas las entidades suelen desprenderse de los negocios considerados no estratégicos o bien de aquellos por los que el mercado está dispuesto a pagar una buena suma. Y la banca privada es uno de esos negocios que está muy bien valorado a nivel internacional. Recuerda el caso de Merrill Lynch, que vendió durante la crisis de 2008 su banca privada a Julius Baer. Más recientemente, cita el caso de Petercam Degroof, y no descarta que haya más operaciones similares porque, según destaca, el tamaño es clave en el negocio de banca privada onshore, “y donde antes con una cifra de patrimonio razonable sobrevivías, ahora, con la bajada de márgenes, necesitas tener más activos y es difícil conseguirlos de manera orgánica, por lo que tiene que ser de manera inorgánica”.
Pablo Torralba, consejero delegado del grupo Edmond de Rothschilden España, añade que la recuperación no va a ser igual en todas las partes del mundo. Será diferente en Alemania que en el sur de Europa, diferente en Europa que en Asia, diferente en Latinoamérica que en Norteamérica…, y ante ese panorama los responsables globales de negocio decidirán dónde reasignar recursos, “y en ese baile de asignación de recursos, habrá entidades que se deshagan de implantaciones en algunos países”. En el caso concreto de España, comenta que hay grandes compradores, compañías de seguros que están dispuestas a pagar sobreprecios. Añade que la crisis provocada por el COVID afecta a las entidades más locales, que con la presión reguladora y las inversiones en tecnología ven cómo se resienten sus márgenes y cómo a su vez se han reducido sus activos bajo gestión como consecuencia de la caída de los mercados en los primeros momentos de la pandemia. “Es un cóctel explosivo”, afirma.
En el tema de los márgenes y el tamaño insiste José Luis Santos, subdirector general de Banca Marchy director del área de Banca Patrimonial. Considera que los márgenes son cada vez más estrechos y lo van a seguir siendo por la presión regulatoria, con lo que si no se tiene el tamaño adecuado, la situación se puede complicar mucho. Comenta también las peculiaridades de la entidad, de la que afirma que su apuesta es la especialización. En esta línea, el modelo, según explica, va enfocado hacia una banca más personal, lo que denominan banca privada.